Día del Señor 3
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo
Cuando enseñamos a nuestros hijos sobre su naturaleza y el origen del pecado, no estamos sembrando desesperanza, sino preparando el terreno para la contemplación de la gracia divina. Este Día del Señor 3 nos invita a mirar con verdad nuestra condición humana, pero también a mirar con esperanza al Dios que obra en Cristo y por Su Espíritu a favor nuestro.
La primera gran verdad que deben oír nuestros hijos pactuales es que no fueron creados para el pecado. El diseño original del hombre fue glorioso: creado a imagen de Dios, en justicia, santidad y comunión con su Creador (Gén. 1:26–27; Efe. 4:24). Esto les da dignidad y responsabilidad bajo el Pacto de Dominio. La humanidad no es un accidente ni un conjunto de impulsos; fue pensada por Dios para reflejar Su carácter y vivir bajo Su bendición y así subyugar la tierra para Su Gloria. Este es el primer fundamento para formar la identidad de nuestros hijos: no en el mundo, no en sus emociones, sino en la imagen de Dios con un fin funcional bajo Dios.
Pero también deben aprender a reconocer su necesidad: la corrupción que llevan dentro no viene de Dios, sino del pecado. La caída de Adán no fue solo un error, fue una ruptura total de la obediencia del hombre a Dios, y por ello todos hemos heredado una naturaleza que ya no busca al Señor, sino que se inclina al mal (Rom. 5:12; Sal. 51:5). Es crucial que los hijos de la alianza no sean criados con una antropología humanista, sino con la verdad bíblica de su necesidad de redención para su plena restauración en Cristo.
Y aquí llega la esperanza: aunque nacemos inclinados al mal, Dios no nos deja así. Solo por la regeneración del Espíritu Santo hay nueva vida (Juan 3:5–6). La crianza pactual, entonces, no es una gestión moral solo de la conducta, sino una constante dependencia de la gracia regeneradora de Dios. Enseñamos la Ley para mostrar el pecado, y el Evangelio para llevar al Salvador. Rogamos por sus corazones, porque sabemos que solo el Espíritu obra la fe en ellos, a la vez, instruimos su vidas, porque sabemos que bajo el Pacto de Gracia es nuestro deber y medios de gracia para su santificación.
Padres, esta etapa del catecismo debe llenar nuestras oraciones de urgencia, y nuestro hogar de instrucción amorosa y clara. No nos engañemos: nuestros hijos no “evolucionan hacia el bien”, sino que son santificados en Cristo para el bien (1 Cor. 7:14). Pero tampoco desesperemos: el Espíritu Santo que regeneró nuestros corazones también hace Su obra en los suyos, porque “el Señor y dador de vida” ha prometido actuar en nuestras generaciones (Deut. 30:6; Jeremías 32:39).
En la verdad de nuestra miseria, brillan más fuerte la gracia y la promesa del Reino. Perseveren.